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Ultima entrada: SALA DE ESPERA (Ilustración) Fecha de publicacion 30/10/2011

18.4.12

AJEDREZ CUBICO


DOS PROFETAS


DOS PROFETAS



Despertamos en esa noche sin luna.  Cuando solo las hogueras de los demonios iluminan  el desierto. Son los días donde el oasis es el único refugio. Llevamos días sin comer. Mientras los demonios nos tientan con manjares sin par. Esperando que nos acerquemos. Para matarnos.  

Cerca del alba el profeta notó algo en el aire. Un vago olor indefinible nos embriagó. 
Sin darnos cuenta  nos alejamos  arrastrados por aquella fragancia irresistible.Nada temimos porque venía del lado contrario a las hogueras. Guiados por nada más que nuestro olfato avanzamos en la oscuridad hasta que repentinamente todo ceso. El viento debió cambiar de dirección llevándose aquel aroma.  ¿Cuanto avanzamos al embrujo de aquel olor? En la oscuridad no pudimos saber cuan lejos del oasis estábamos. Solo entonces el frío mortal nos obligó a buscar refugio.


Con el sol en el  cenit despertamos. Condenados a vagar sin rumbo escogimos ir a cualquier lugar.  Qué laberinto tan temible es el desierto.
 La noche empezó a caer y entonces les vimos a lo lejos. Las cuevas que habitan los demonios. Los que nos odian. El profeta y yo nos miramos con la mirada de los desahuciados. Huyendo de la arena interminable preferimos enfrentar a un demonio. Cerca de ellos siempre hay agua y comida. Quizá era nuestro destino morir una vez saciados.


Mientras más avanzabamos hacía las cuevas  aquel exquisito olor del alba anterior  se hacia más penetrante
Y con el, en medio de las sombras de la cueva y el humo de una hoguera  vimos danzando  en un frenesí incontrolable a “eso”. La repugnancia de aquel ser nos horrorizó.  Agitando sus  largas garras  en el aire y dando coces con sus  patas apenas cubiertas de pelo dejando  ver su piel blancuzca. Solo un demonio de las cuevas tiene la piel tan blanca. Donde debía haber más  ojos solo  había piel y  pelo. De su chata boca salieron aquellas vibraciones    profanando el silencio del desierto.  Es la voz de los  demonios que nos persiguen con solo vernos.

Solo entonces aquella fragancia que frotaba en el aire  ya no nos pareció irresistible.
Dudamos, temimos. Pero seguimos avanzando. Esquivando  los desvaríos y la mirada de aquel ser. Mientras  sus gemidos nos  martirizaban al punto de volvernos locos. Había algo en la letanía siniestra de aquel monstruo que hacia temblar al mismo  aire y que nos producía un terrible temor. 
Bebimos de la misma  vasija donde abrevaba aquella bestia. Ninguno de los dos se atrevió a ir por  la comida cerca del fuego. La comida de donde venía aquel delicioso aroma y  que resguardaba el demonio. Nos conformamos  con los restos nauseabundos regados en el piso. Hambrientos como estábamos su hedor no nos importo.  Cada bocado era un manjar para nosotros.   

Lleno  de un pánico incontrolable busque con mi vista al profeta exhortándole a huir. Y entonces vi aquellos rollos de papiro.  Y encima uno abierto.  Quizá el principal, quizá el primero. Seguramente  el súmmum de todos. 
El profeta apenas lo rozó, Sin entender los caracteres escritos en esa lengua. Todo lo comprendió. Todo lo supo.
En una fracción de tiempo. Vio las permutaciones a las que Dios se dio para crearlo  todo. Y comprendiéndolas el profeta me las fue revelando.
Y al entenderlas fue capaz de  convertirse en  estrella del firmamento,  en polvo de desierto, fue incluso por una fracción de tiempo el demonio que bailaba afuera de la cueva. Fue todo menos Dios.

Y entonces comprendí que quizá, tentado ante todas esas revelaciones. La única herejía posible. El único y último pecado mortal del profeta. Fue querer ser Dios.  En aquel trance ninguno de los dos notó que el  demonio  nos miraba  lleno de ira  sosteniendo en sus garras otro pergamino sagrado. Mató al profeta.
¡Yo  instintivamente huí!


 El patriarca Abraham miro al interior de la cueva y una ola de repugnancia le invadió cuando vio posado aquel insecto sobre los papiros recién escritos, sin pensarlo tomo un pergamino enrollado y dio un golpe seco. Solo pudo matar a uno. Mientras el otro salía volando.

-¡Malditas moscas!-Rezongo.