II. EL CASTIGO
¿Cuantas voces sería capaz de percibir su mente en un mismo
instante? Agolpándose una a otra, al punto de ser indistinguibles. Susurrando
plegarias obtusas. Exaltadas de Miedo, amor, esperanza.
Incapaz de ubicarles, de reconocerles entre si. Le buscaban
pidiendo ayuda. A él! Atrofiada toda capacidad de empatía, a fuerza de soledad.
¿Como podría ayudarles?
Acaso la verdadera pregunta, en realidad era: Si pudiese
hacerlo ¿Querría auxiliar a las voces?
Tal vez los sonidos en su mente no eran reales. Pero entonces….
¿Porque le llamaban
por su nombre? (en realidad eran 99 nombres. Los había
contado). Intuyo que los nombres eran falsos. Quizá el mismo había dado los nombres a las voces para que no le perturbaran. Dedujo:" Ninguna de las voces me conoce en realidad. Si supieran mi nombre real entonces y solo
entonces me conocerían de verdad."
Sospecho incluso, que si bien las voces podían existir a fuerza
de no callar jamás. Quizá era él, alguien con 99 nombres quien debía ser irreal. Vislumbró con temor esa extraña probabilidad
donde la única ilusión sería él y no las
voces.
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