III.LA CONDENA
Percibirlo. Palparlo. Incluso vibrar aquel descomunal número
de piezas. Cada una de ellas de un tamaño indescriptible a la mente humana. Del
grosor de un pensamiento no revelado.
Fragmentos bajo sus órdenes agrupándose en permutaciones
casi infinitas. Formando átomos, estrellas, universos. ¿Qué pasaría el día que
la eternidad agotara las mezclas posibles?
La idea le abrumó e intento conjurarla en la división de piezas más
pequeñas. Y aún así no bastarían. Y trabajo hasta saberse capaz de crear más
rompecabezas. (Ahora tiene once). Sabe que si bien el número de ubicaciones de
todas las piezas y la combinación de
estas tiene fin. El tiempo las consumirá irremediablemente.
Resignado, comenzó a calcular cual sería la permutación
perfecta. Y en esa nueva tarea dio con otra pequeña trampa que retrasara lo
inevitable. Un día junto tantas piezas como pudo de un rompecabezas y las paso
a otro alterando el número que formaba
cada uno de ellos.
El tiempo tendrá que engullir variantes insospechadas no
importa que también terminen.
Pero en este instante es feliz. Diez rompecabezas se han
terminado y en el onceavo al colocar la ultima pieza. Por un instante su nombre radiante aparece.
Después todo empieza a contraerse. Ya vendrá el Big-Bang que
disperse las piezas.
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