A SU IMAGEN Y SEMEJANZA
Debía curarle y quizá
he sido yo, quien le ha empujado a la
locura.
Ahora Algernon H. Blackburne a sus 22 años es
una estrella cuya brillante inteligencia
se ha apagado. Mientras su cuerpo languidece en el asilo mental.
He reunido estas notas extraídas de su expediente para
intentar comprender lo que ocurrió.
Sesión
Psicológica No.1 Fecha: 22/04/2012
Paciente: Algernon
H. Blackburne
Trastorno
Referido: Ataques de Pánico.
Incidencia
del trastorno en la población: 7 de cada 10 personas
Síntomas en
el paciente:
La mayoría de los pacientes con Ataques de
pánico presentan ciertos síntomas físicos que en el caso de Algernon, incluían:
Mareos, sudoración, temblor y/o hormigueo en las manos, vista nublada, falta de
aire y dolor en el pecho. Sin embargo en algunos casos pueden también
presentarse síntomas de naturaleza
mental en el paciente. Son estos síntomas los que sin duda hacen tan especial a
un ataque de pánico. El joven Blackburne refiere sufrir los siguientes:
- Fortísima sensación de
desrealización. Expresada en términos del paciente: “Es como si todo se
nublara y sin embargo mi percepción de la realidad se agudizara. Cuando ocurre, el miedo se intensifica
por que se que lo que viene es un
terror que no puedo controlar. Siento
como si la vida fuera una especie de reloj que gira en sentido contrario o se ha descompuesto. Y los otros y yo fuéramos
solo un montaje o un engrane mal puesto de ese reloj. Y me aterra mirar a
la gente, incapaz de percibir lo que yo veo”.
- Despersonalización. Una vez que
el paciente ha alcanzado el punto de desrealización refiere que presenta
un proceso donde se contempla a si mismo como si fuera otra persona. Y
percibe durante ese momento, intensamente la angustia que sufre. A pesar
de estar referida como si fuera la angustia de otro.
- Miedo a perder la razón y/o a
morir súbitamente.
El joven
Algernon ha sido británicamente puntual y viste pulcramente. Le encuentro animado,
radiante y ligeramente pagado de si
mismo. Intento llevarle a un tema que le apasiona para comprenderle mejor, Le
preguntó: ¿Qué siente al disputar el título? ¿Cuándo descubrió su pasión por el
juego? Él responde y mira el futuro con optimismo, no le culpo, es joven y esta a punto de convertirse en el mejor
jugador del mundo. Sin importar que empezara tarde. De acuerdo a los estándares
del mundo del ajedrez apenas a los 17 años. Cuando muchos de sus competidores
han empezado ya desde los 6 años a mover las piezas. Y detrás de esa confianza
existe una clara preocupación por sus recientes ataques de pánico justo ahora
durante la disputa por el título mundial. Asegura estar cerca de algún límite,
a partir del cual no volverá a tocar un tablero. Si no consigue ser campeón
nunca más lo intentara.
Desea matricularse en una universidad y
continuar sus estudios quizá en la más extraña de las variantes de las
matemáticas:
La topología. Afirma tener extraños sueños
donde la geometría convencional no existe y objetos de extraños materiales se fusionan en un todo sin perder su esencia. En sus sueños
estos objetos parecen singularmente unidos
todos entre si por una materia que la Física apenas comprende. Y asegura
vislumbrar continuaciones apenas exploradas para ciertas formulas matemáticas.
Es un chico
brillante y muestra una amplia gama de intereses.
Sin embargo
al observarle mientras habla, me preocupa notar cierta reticencia a establecer
contacto visual. Parece retraerse y revolverse ansioso en el diván. Mientras
tiende inconscientemente a ejecutar movimientos “extraños” con las manos de
manera regular incluso cuando finjo no mirarle.
Muestra
algo más que el recelo natural de quien acude por primera vez a un terapeuta. Y
su desconfianza se inclina más a saber
cuan competente soy. Y si yo, a diferencia de mis colegas que le han tratado
antes, podré revelar la naturaleza de su patología.
Me ha querido probar. Citando el reciente
libro de mi colega Longströöm y su anticuado enfoque sobre el trastorno que sufre. No sin modestia le he dicho que mi sistema es
más efectivo y rápido.
Como si no
me hubiera escuchado, ha seguido con la descripción de su trastorno tal como aparece en el DSM-IV
(Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales) Incluso ha ido más
lejos. Retándome a darle el número de una pagina del manual y a cambio me dirá
el contenido de dicha página. O si gusto dice, puedo darle el índice con que se clasifica en
el manual, cualquiera de los trastornos enlistados,
y el me dirá la descripción del trastorno que coincida con el índice. Tal como
aparece en el libro.
Incrédulo acepto el
reto en parte para probarle, y en parte
sorprendido. Tome de la repisa
mi manual. Dándole dos páginas al azar.
¡Ha sido capaz de decirme su contenido completo! Probé de la otra forma dándole varios códigos
como el sugirió y entonces ha recitado la descripción de dichos trastornos. Finalmente
le he dado otro código. Quiero probar
una sospecha. Y cuando Algernoon escucho el código F84.5 hizo una mueca parecida a la
sonrisa. Después lentamente ha enunciado el nombre del trastorno, y los
criterios diagnósticos enlistados en el
apartado 299.80
Le pregunte
como se sentía al padecer aquel síndrome y él incapaz de describir lo que
siente prefiere citar algunos de los síntomas que aparecen en el
Kindesalter Archiv
für Psychiatrie und Nervenkran Kheiten. Es más fácil para las personas como Algernon
listar características que expresar emociones. No importa que sean las propias.
¿Cuáles serán las probabilidades de que un sujeto reúna en si mismo aquel
Síndrome y la genialidad que lo exacerbe?
Remotas.
Sesión Psicológica No.2 Fecha:
24/04/2012
Puede que no le haya convencido, tampoco tiene muchas opciones. Soy el único terapeuta
que le ha asegurado ser capaz de curarle en unas pocas sesiones. Ahora después
de la primera cita me preguntó si su singular personalidad guarda algún tipo de
conexión con sus ataques de pánico. Si
los terapeutas que le trataron antes que yo fueron incapaces de establecer
dicha conexión. Si fueron omisos. Ó
quizá esta conexión es inexistente.
Intentare una regresión
hipnótica sobre Algernon para detectar el ó los detonantes de sus ataques de pánico.
Ha llegado tarde. Se muestra abstraído y nervioso. Ha perdido por tercera ocasión consecutiva una partida por el campeonato y ha sufrido
otro ataque de pánico aún más violento al terminar el juego.
Mi teoría es que simplemente no ha resistido la presión. Nada extraño
en un mundo competitivo como el ajedrez. Todos padecen esa presión hasta los
campeones.
Y Algernon aunque brillante, como el joven retador, no esta exento de sufrirla.
Se ha dicho que el mejor jugador
de la historia Bobby Fischer, campeón mundial dejo de jugar ante el horror de perder la
única cosa que siempre busco en la vida. Ser campeón. Terminó perdiendo el
título sin competir. En su mente siempre
existió la compensación de ser todavía
el campeón reinante. Antes o después se ha vuelto loco.
Algernon es joven, y especial pero puede que su miedo no sea tan
especial. Probablemente solo tiene terror a saber que no es tan especial, que
no es el mejor.
Me preocupa más que pueda dar
vuelta en un lugar equivocado también, como Fischer.
No quiero contentarme con una teoría. Necesito asegurar la causa de su
mal y tratarle.
Le pido que se concentre para inducir correctamente la hipnosis. El
proceso es largo y extenuante. Algunas sesiones pueden durar tres horas o más.
(He suprimido del
informe los previos para inducir la hipnosis en el paciente Algernon H.
Blackburne. Agregando la descripción bajo hipnosis del primer
ataque de pánico sufrido por él, el día
20 de abril de 2012. Y la extraña narración no prevista y aún bajo hipnosis que
el propio Blackburne dio durante esa misma sesión.)
Blackburne:
Es extraño ya no tolero mirar ningún espacio
abierto ni estar en medio de multitudes. Una sensación de vacío aterrante me
embriaga ante la simple contemplación de una plaza descubierta o de un breve
campo que ante la vista parezca infinito. Mucho menos puedo ahora soportar
mirar el mar. Y no es que tema morir
ahogado o cosa parecida. Lo que temo es su extensión. Que trae a mi, un extraña
ensoñación, que no deseo evocar.
Y cuando
inevitablemente debo frecuentar lugares atestados, o mirar extensiones de campo
abierto vuelven a mi, vagos recuerdos inconexos. Que a veces son recurrentes en
mis pesadillas.
-Pero entre todas las cosas que despiertan en mí un pánico siniestro
son ciertos eventos muy comunes en el mundo del ajedrez. Infortunadamente cuando las victorias se transformaron en
títulos las invitaciones a participar en esos eventos aumentaron. Ya a los 18 años como campeón del condado de
Essex recibí mi primera invitación a una simultánea donde como campeón debía
enfrentar en varios tableros de ajedrez a muchos jugadores a la vez. En aquella
ocasión solo llegar al lugar lleno de gente mirándome y esperando enfrentarme. Se
me revolvió el estomago, la vista se nublo, me sentí mareado y las nauseas me hicieron
vomitar. Entonces no pensé que fuera un ataque de pánico. Creí que simplemente
enferme por alguna mala comida y un poco de nervios. Pero en mi interior supe que rechazaría
acudir de nuevo a un evento de esa naturaleza. Poco me ha importado privarme durante mi carrera de algunos ingresos extra que suelen acompañar
a tales eventos.
Pero cuando el pasado año firme el contrato para disputar el título por
el campeonato del mundo. En alguna de esas pequeñas cláusulas me veía obligado
a brindar en esta ciudad una partida de simultáneas. Previas al inicio de la
competición como una especie de publicidad para el campeonato.
La mañana del 20 de abril el día de la exhibición de simultáneas apenas
podía dejar de sudar y he debido cambiarme la camisa antes de salir de la
limusina. Mientras mis dedos nerviosos temblaban y mis piernas sufrían de
hormigueos intentaba vanamente tranquilizarme. Ya mientras caminaba por un
pasillo de la universidad apenas podía contener mis ganas de correr y alejarme
en dirección opuesta y si no lo hice fue porque a mi lado tenia a mi amigo y
maestro el Sr. Lasker quien intentó tranquilizarme.
No puedo decir que fue. Quizá fuera el blanco mármol de aquel inmenso
salón o las que entonces me parecieron interminables filas de sillas vacías. Y ahí
al otro extremo del inmenso salón mi contrincante, Radjabov el viejo ucraniano. Sonriendo
burlonamente mientras me mira fijamente
con sus penetrantes ojos verdes y su cabeza abultada con esa extraña mancha en
la frente que tan desagradable me resulta.
No se cuanto duro el ataque, mi percepción del tiempo se vio alterada así que me pareció interminable. Mi vista se
nublo y apenas veía los contornos de las sillas una tras otra como sombras siniestras.
Nunca he tenido tanta certeza de estar en un lugar ficticio. De ser parte de una fantasía
inconclusa. Creí morir ¡No se porque, creí morir! Después perdí el
conocimiento.
(En ese instante vi tan alterado a Blackburne, que intente primero tranquilizarle
aún hipnotizado y regresarle a la plena
conciencia. Por alguna razón el joven Algernon Blackburne no fue capaz de salir
de aquel trance. Y comenzó la siguiente narración.)
Lo primero
que vi fue aquella extraña silla que al mirarle de lejos, su reluciente brillo
me hizo pensar en alguna clase de metal pulido, pero conforme me acerque a
ella, me pareció más bien de un fino mármol de color apagado, cenizo casi
gris. Incapaz de confiar en el más
engañoso de los sentidos que es la
vista. Deslice mi mano sobre aquella superficie que me devuelve ahora la
inconfundible sensación de un nudo de madera, ahora la suave superficie de una
especie de la cerámica pulida. Y luego a fuerza de mirar y sentir. En un
embotamiento de mis sentidos. Solo pude concluir, la certera respuesta de que
aquella silla era a la vez una y todas
las sillas posibles. Y me perturba saber
que en aquel “lugar” la silla es el menos angustioso de los detalles.
Apenas escapo
al espejismo de la silla, que pude arremolinarme en ella.
Les percibí sin mirarles. No quería, verles. Miles,
podrían ser cientos de miles. Rodeándome.
Si en tal lugar hay un “arriba” y un “abajo” un “este” y un “oeste”. Todos esos
lugares estaban ocupados por otros como yo.
Seres silentes.
De miradas absortas, dubitativas, de frentes perladas por el sudor. Aparecen de
repente sonrisas nerviosas, ataques de ira, gestos resignados. Vi en esos
rostros todas las expresiones posibles a un ser humano.
E intente
adivinar la razón que animaba sus rostros. Erróneamente me creí en medio de
algún sueño.
Y ahí, en
medio de mi enfebrecida visión. Les oí. Si es que tal cosa es posible. Les oí
con la misma claridad como si hubiesen hablado al unísono. ¡Les oí sin verles
mover los labios! Hablando un mismo idioma ajeno a la rima o la prosa. Más
cerca de la matemática que a la semántica. Sin importar su tono de piel Blancos, negros amarillos o cafés. Ensimismados en aquel dialogo de
maravillosas permutaciones. De planes siniestros, de contraataques. De
sacrificios.
Y esa
extraña lengua les llevaba al éxtasis. De la alegría a la tristeza. Y mire
entonces sobre la mesa que se extendió frente a mi silla y apareció un hermoso
tablero de ajedrez de un material que ni siquiera podría intentar describir.
Deslumbrado por aquellas piezas casi con vida propia y por encima de todas aquellas voces, una gran voz.
-¿Blancas o
negras? –Escuche solo para mí.
No recuerdo
el color que escogí, ni el extraño gozo
que el juego me producía
Quizá ganar
es hacer tablas!?
El juego avanzó y me convertí en uno más. Y mientras el juego se
complicaba
Mire hacia algún punto impreciso. Pudo ser arriba o abajo pero lejos de otros como yo. Buscando inspiración Y
entonces ¡Le mire! Por una fracción de segundo, vi el velo caer. Y supe en ese
instante que mienten piadosamente al
afirmar que somos hechos a su imagen y semejanza. ¿Cuántos ojos caben en aquel
brote obsceno? ¿Cuantos de sus ojos pueden mirarme a la vez? Y aquellos escamosos tentáculos bamboleándose
en “extraños” compases al mover las
piezas de todos esos tableros.
(Algernon se retorcía en
el diván presa de un miedo atroz hasta que conseguí sacarle lentamente de esa extraña regresión más allá de todo
tiempo en la vida de Algernon. Despertando aparentemente tranquilo.)
Lo demás es lo mismo que le he dicho a la policía cuando me interrogó:
-Despertó y se paro del diván. Le
pedí que se sentara y descansara un rato después de aquella terrible
regresión. Pero me ha dicho que estaba
bien.
Pidió un poco de café y al salir con mi secretaria por el. El joven Algernon
tomo las tijeras sobre mi escritorio sacándose los ojos con ellas. ¡No pude
pararle a tiempo!
Los padres de Algernon Blackburne han decidido acusarme por el deterioro
en la salud de su hijo… no les culpo. Huiré y
borrare el expediente de Algernon. Temo que los medios han filtrado
algunos detalles de la regresión hipnótica de Blackburne. Y aquellos extraños hombres que me han rodeado en una
oscura calle rumbo a mi casa. Sin recelo han jurado pertenecer a una secta que creía disuelta. Me
han pedido consultar toda el expediente de Algernon pues afirman que en el se
esconden claves y ritos perdidos. Les digo que no cooperare. Hablan entre si.
Creí por un momento ver con la luz de la luna los ojos verdes y la mancha en la frente del
viejo campeón Radjabov. Mientras
me susurra en ingles:
“¿De que le sirve a un hombre
de prodigiosa memoria, arrancarse los ojos cuando su mente contempla el único recuerdo que misericordiosamente le
había sido vedado?”
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