CONVERSO
Mi nombre es Shemtov
Schreiber tengo 63 años, nací en
Sevilla, España y crecí bajo la fe de
mis padres hebreos.
Desde joven me dedique a estudiar la palabra de Dios. Pronto
bajo el dominio musulmán me contacto un
grupo olvidado ajeno a la tradición.
Ahí descubrí que la única manera de conseguir ciertos
conocimientos es abrevar en distintas fuentes, muchas de ellas más allá de la fe
que profesaba, e incluso más allá de la fe de mis nuevos maestros.
Para mi propia gente esto es una herejía. Que yo no
comprendo, porque Alá lo rige todo. Incluso el desatino de los hombres por
señalar lo que es una herejía.
Es mejor concentrarse en su gran amor y como la mayoría de
la gente
Que ve en los milagros la presencia de Dios, como un suspiro
de su voluntad.
Yo puedo sentirle en cada ser humano, en cada acto, en cada día
el latido de su corazón. El latido de su eterna voluntad.
Ya desde mi primera lección en la madraza recibí la gran
enseñanza que lo encierra todo, a través de una parábola:
Cuando la madre jugando
con su hijo le dice: Te amo.
Expresa sus sentimientos a través de una sentencia que todos
conocemos.
El mensaje para su hijo
fue esparcido. La esencia del sentimiento permaneció en su corazón.
Como el Corán, que expresa una suprema voz.
En mi religión el sagrado libro del Corán es copiado y
esparcido entre los creyentes alrededor del mundo, pero el Corán permanece en
el centro de Alá para siempre.
La palabra es un eterno y omnipresente verbo de Dios. Y sin
embargo comprendí que el mensaje es solo
la mitad, cuyo complemento es su escritura y entonación. Porque un Corán escrito
en otra lengua es impuro.
Es simple, el Corán es la última revelación. Es una corrección para una desviación judía,
una anomalía creada deliberadamente para evitar revelar importantes verdades.
Pero al final la verdad esta más allá de todo
adjetivo, esa luz no puede ocultarse
para siempre. Y no puede evitar pensar que esto será como debe ser.
La mitad de la enseñanza corre en mi sangre y la otra en el
Corán.
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