LA COLECCIÓN
Desde niño desarrolle una extraña fascinación
por lo extraordinario. Y fue siendo niño cuando
al abrir un viejo libro les descubrí.
Todas esas
manos blancas de porcelana con líneas negras surcando sus palmas.
Pronto leí
con avidez que era posible trazar la historia de una vida, si podías leer correctamente
la mano de un hombre. Que su vida se encriptaba en surcos y montes.
Me fascino
saber que la mano derecha de un hombre lleva inscrita en su totalidad la mejor
de las vidas posibles que ese hombre puede tener. Y en la mano izquierda la vida que en
realidad tendrá.
Que el
color, la temperatura y la forma de una mano señalan su temperamento. Y el
ancho y el largo de sus dedos le dispondrán para crear o destruir.
Mi
“trabajo” me permite estudiarlas a conciencia y creo haber llegado a un grado
de dominio en este arte. Sin embargo no puedo evitar pensar en dos excepciones
que me esquivan.
He comenzado a trabajar sobre manos cada vez
más jóvenes y no he encontrado una alteración significativa en el largo de la
línea de la vida. Y me pregunto si existirá
alguna explicación para comprender esta anomalía.
La
segunda pregunta que no consigo resolver
es tan simple y a la vez tan angustiante en mi intención por comprender a
plenitud esta “ciencia” que ahí en la penumbra lejos de miradas prejuiciosas
incapaces de comprenderme cuando estudio sobre mi
colección de manos. La gran pregunta: ¿En
que surco de que línea esta escrito que la mano perderá a su dueño y este su
vida?
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