marquezina

Ultima entrada: SALA DE ESPERA (Ilustración) Fecha de publicacion 30/10/2011

23.6.11

SENTIR

SENTIR



Judah Loëb experimentó   la misma opresión en el pecho  q sintió hace dos años cuando fue una de las victimas de un autobomba. La  explosión ocurrió  a media cuadra del autobús donde Judah viajaba Quizá si Judah se hubiera sentado del lado del autobús que recibió la explosión el estaria muerto.  En cambio no pudo evitar algunas cortaduras al incrustarsele algunos fragmentos de vidrio. Ni impedir que la barra de metal  enfrente de su asiento se doblara contra su pecho como si fuera un trozo de plastilina.
Solo había una diferencia entre aquella experiencia y esta. La  presión  que ahora aplastaba su cuerpo tenía la  forma de un abrazo metálico con la fuerza de  100 newtons sobre su pecho.


 Si alguien afuera del laboratorio hubiera visto aquella escena, pensaría que aquel abrazo era la señal inequívoca de lo que pasa cuando olvidas algunas líneas en la programación de un robot. Y correría al laboratorio para intentar apagarlo.
  En realidad Judah solo estaba  recibiendo aquella efusiva e inusual  muestra de cariño más cercana a una impronta que a una agresión.


 Junto un poco de aire y a media voz  pronuncio en  sefardí  un comando, ordenándole al robot  soltarle.
Respiro hondo e intento recordar si alguna vez durante su carrera como programador o  como estudiante, un maestro, un  colega, habló del tema. Solo consiguió  más que evocar algunos comentarios sueltos, más en tono de broma que en serio y recordaba vagamente algunas ideas escuchadas en una convención hace más de 20 años. Pero solo como un concepto de ciencia ficción, no como algo real a lo que debería enfrentarse una noche en algún centro industrial de un país lejos del suyo. ¿Habia creado un robot que mostraba emociones? De ser asi los meses de arduo trabajo por fín habrían rendido frutos.


Fue justo después del   atentado, y la serie de ataques que  siguieron, lo que obligó a Judah y su compañía Turing LTD.  A abandonar Israel y mudarse a un país centroeuropeo, donde recibirían  estímulos fiscales y nuevas inversiones de la comunidad Europea.
Los europeos   temieron  quedar fuera de una industria que empezaba a mandar señales de ser el eje de la siguiente revolución industrial. (La industria robótica prometía convertirse en la piedra angular que  reactivaría la economía global  del mundo, al menos de las naciones que invirtieran en ella).
 Israel y Europa no querían quedarse atrás ante el impulso frenético de los japoneses pero sobre todo de los chinos, que ahora se daban el lujo de apostar por cualquier tecnología que  tuviera futuro, sin importar cuan incierto fuera dicho futuro.

 Los chinos no tenían reparo en apuntalar las alicaídas empresas tecnológicas japonesas  y luego más tarde que temprano llevarse  los diseños y avances de los japoneses  a la floreciente industria china donde se  producían en masa, modelos más baratos  al resto del mundo. De momento la industria empezaba a dar frutos a la nación qué  estaba consiguiendo la mejor economía de  escala.

Pero pronto, todos lo sabían, todos lo intuían, alguien daría un golpe de ingenio.
¿Qué nación crearía la siguiente maquina de vapor, de la industria? ¿Qué corporación lideraría la siguiente revolución industrial? 
 Un grupo de  inversionistas europeos apostaron por las habilidades de  Judah  y  su pequeña empresa judía,  la cual  estaba desarrollando eficaces y prometedores avances en la programación  aplicada a vehículos militares autónomos.  Y pequeños robots exploradores.
 Pero mientras nadie diera con una innovación redituable, era difícil mantenerse a flote, y la compañía de Judah no era la excepción.
 Los europeos asociados a Turing LTD. Habían encontrado un rendimiento marginal en el aprovechamiento  del tantalio. Un extraordinario pero escaso mineral usado en la construcción de equipo electrónico. Pero esa ventaja, pronto se esfumó con el transcurso de unos pocos meses. Cuando la base de dicho aprovechamiento del mineral estuvo al alcance de todos los competidores.


Ahora Judah Loëb debía entregar resultados visibles. O su compañía iría a la quiebra.   En parte Judah se siente responsable de aquella situación, el confiaba en   un nuevo enfoque diferente para dar el salto definitivo, que llevaría la industria robótica al siguiente nivel.
Hasta esta noche ese salto solo había sido un salto de fe.


 Como  líder del proyecto en el área de Investigación y Desarrollo, apostó  por crear un nuevo tipo de programa. En principio el objetivo de esta innovación era construir máquinas capaces de autorregularse, gestionando sus necesidades de energía e incrementando su desempeño al trabajar con otras máquinas que utilizarán el mismo programa.
 Si él, era capaz de construir esta plataforma de manera correcta podría traducirse en una ventaja competitiva, traducida en un mejor desempeño autónomo de las máquinas. In situ. Sin necesidad de presencia humana, esto  y la capacidad de cooperación  entre ellas.


 Si fueran capaces de producir equipo electrónico que  gestionara sus recursos y ahorrara eficientemente los mismos, en un momento que la energía parecía sufrir un bache de escasez  y si además un equipo de la compañía generaba un ahorro y desempeño superior con otro producto de la misma empresa eso crearía una demanda  cruzada para todos los productos de la compañía.  Y esos serían solo los beneficios iniciales del programa.


 En realidad, el proyecto era algo más ambicioso, mucho más complejo y perfecto. Judah Loëb  intuía que la única forma de hacer a una máquina más inteligente era en un primer paso, quizá paradójico. Hacer una máquina “sensible”.
Las simulaciones en la computadora probaban que el programa funcionaba. Las pequeñas maquinas con el programa mostraban rendimientos superiores a las mismas maquinas corriendo con programas diferentes. Y mientras más grande y complejo fuera el hardware donde se introducía el programa mayor era el rendimiento conseguido.  A todo comando  de  aquel programa escrito y basado  en el  hebreo sefardí, que el propio Judah y la mayoría de sus compañeros de trabajo hablaban, aunque con algunas modificaciones, conseguía una respuesta favorable de los equipos  donde se probaban. Judah, para todo fin,  creó  un raro programa que. No hay mejor forma  para definirlo:
 “Un programa que dotaba a las maquinas con una primitiva, primitivísima forma de “sentir”.



 Imagine dos celulares uno corriendo con algún programa actual,  parpadeando  en pantalla para avisarle que pronto quedará sin batería.
Ahora imagine otro celular corriendo con el programa de Judah
 El celular detecta que pronto quedará sin energía, y;  “consciente” de su necesidad, el celular le dará prioridad a dicha carencia, incluso por encima de algunas necesidades del usuario (en principio las que más energía consuman).
Y con la misma urgencia que mostraríamos al tener sed.  Desplazando cualquier otra idea o necesidad, nos concentraríamos en tomar un vaso de agua, incluso si estamos en medio de una importantísima junta de negocios, la prioridad será saciar una necesidad básica. Nuestra  sed.
 Lo mismo hará el celular que  buscará activar sus reservas de energía, conectarse a una fuente de energía o incluso solicitar a un celular cercano (siempre y cuando también opere con el mismo programa),  que le brinde un poco de energía y/o que ejecute la función que el estaba realizando.
El celular bloqueará tantas  aplicaciones como le sean posibles en su impulso por conseguir energía para seguir funcionando. Hasta saciar su “sed”.

Ahora imagine tres celulares  dos de los cuales contaran con el nuevo programa  y mediante  algún señal eléctrica reconfortante  notarán  la compañía de una unidad compatible, una especia de condicionamiento positivo para la cooperación entre las unidades que compartan el mismo software. Operando con mayor sincronía y velocidad.



Miedo a quedar sin energía, amor por compatibilidad de procesadores,  quien aparte de Judah Loëb puede saberlo.
La primera etapa solo ha conseguido crear unidades capaces de percibir sensaciones a través de estímulos eléctricos, algunos positivos, otros negativos.
¿Cuan diferentes somos nosotros? Acaso no percibimos estímulos a través de  las señales que, percibidas por nuestros sentidos viajan en impulsos eléctricos al cerebro.
Cada día el hardware de las máquinas ha ido copiando a la computadora más avanzada que puede emular. Y esa computadora es el cerebro humano.


 Pero… ¿Es ético?  ¿Es válido construir una maquina y  hacerla capaz de sentir?
Angustia, miedo, hambre, sed? Existe algo parecido a una “Ética de máquinas”.
Tendría que haberla  en cuanto estas máquinas estén en el mercado.
Tendría que haberla en cuanto “ALEPH 55” inunde con su presencia todo tipo de industrias y servicios.

Se ha previsto que las primeras industrias que atenderán los robots más avanzados no serán en principio donde interactúen con humanos. Serán justo aquellas donde la vida de un humano este en peligro minas, reclusorios, y claro la joya de la corona aplicaciones militares (entre ellas seguramente la desactivación de artefactos explosivos). Si “ALEPH 55” sale al mercado; ¿Es legítimo moralmente hacerlo capaz de sentir miedo y ordenarle desactivarle una bomba?  El miedo le brindará una capacidad de autoconservación que en su ausencia no mostraría. El miedo le hará más brillante al menos en principio, eso muestran los resultados.
Pero esa ética como todas, se harán sobre la marcha,  a costa de algunos excesos. Como ocurre con toda  ética que necesita de los extremos para marcar el justo medio. De momento y según todas  las simulaciones lo ha conseguido. 



 Ahora uno podría preguntarse que pasa si tomas a un humano y le privas de sus emociones, quizás estas creando un psicópata, quizá solo creas una maquina.
Si tomas una maquina y le das emociones ¿que creas?  Quizá algo más que un ser humano, quizá algo superior.


 Hoy esa noche para Judah lo único claro es que los chinos no tardarán en hacerse con la información que esta noche, solo él conoce. Y en unos meses serán capaces de producir en serie los primeros robots con “sensaciones”.
De cualquier forma si eso ocurre lo verá por televisión, o en los diarios. En  pocas semanas, si Turing LTD no comercializa a ALEPH 55. Se irán a quiebra, no tendrá trabajo,  ni sus compatriotas judíos que confían en el. Ha  decidido seguir esta ruta y ahora vacila en si es lo correcto.
Si el debería de crear algo tan humano.
¿Qué es lo correcto?

Judah necesita unos minutos, sale de aquel complejo industrial en Praga  y se dirige a aquella vieja sinagoga  donde hace exactamente 418 años, un rabí también llamado Yehuda  Loew  acudiera después de crear una  bestia de barro.
 Pero eso es solo coincidencia. Como coincidencia es que como el robot de Judah, aquella bestia de barro llamada Golem tampoco hablara. Algo en el programa impide a “Aleph 55” la comunicación oral con su creador.

 Judah se pregunta: ¿Qué pasará cuando los japoneses creen una replica de su robot  y  refinen sus sentimientos?

¿Qué pasará cuando los  chinos construyan su propio Golem moderno y desconociendo la antiquísima advertencia  le den la facultad de hablar?


¿Qué nos dirá?

17.6.11

ALGORITMO

     El pequeño demonio pensó en esa extraña y compleja ecuación  que  tanto tiempo le había tomado elaborar y aunque para el, el tiempo no era un problema terminal, tal como nos resultaría a nosotros, si fue un tiempo considerablemente largo.

Pero una vez concluido el algoritmo que todo lo cifra, era muy fácil calcular unos cientos de millones de  valores constantes aquí y otros cientos de millones de valores variables allá, interconectándose entre sí. Le resultaba tan fácil trabajar con aquellos números, que aquella operación le tomaba apensas un parpadeo. Eso  seria una exageración, solo le tomaba una infinitesimal fracción de lo que  tardaría en parpadear (claro, si tuviera parpados).

Y una vez concluido aquel cálculo el resultado era algún hermoso y extenso número primo.
Pronto descubrio que cada resultado era único y se expresaba en algun singular número primo. (De alguna forma  descubrió  que eran la clave para poder resolver dicho algoritmo). Ahora encontraba  algo en ellos que le resultaba cautivador.

Si se pudieran observar todos los números naturales como si fuera un jardín silvestre. Creciendo por si solo, lleno de pura hierba. Los números primos no dejando de ser números naturales. Serían como aquellas flores salvajes y coloridas que misteriosamente van surgiendo aquí y allá, en medio de la maleza, sin orden aparente. Y también de manera solo aparente, no podrías explicar donde saldrá el próximo brote especial y único, contrastando con el resto de los demás números, que lo rodean.

Además, cuando debes registrar y catalogar tanto como el debía hacerlo al  trabajar  con ese algoritmo, un montón de números irrepetibles siempre vienen bien.
Así que ahí estaba aquella enorme cifra resonando en su mente, tal como nosotros la veríamos titilando  resplandeciente con tonalidad blanquecina sobre el fondo negro de algún monitor.

Pero que significaba?
Bueno... básicamente una vida, única e irrepetible. ¡Como un número primo!

 De acuerdo, no cualquier vida, solo la vida de cualquier criatura capaz de “ejercer” el libre albedrío.
No se ocupaba de otros seres, (al menos no con esa ecuación en particular).



Los primeros 40 dígitos de aquella secuencia  marcaban la fecha y lugar donde la criatura representada con aquel número  nacía. Y aquello no era asunto menor, es decir no es lo mismo nacer en la tierra con una esperanza de vida de 72 años aproximadamente a nacer en el pequeño planeta acuoso  de Praxis cuyos habitantes vivirán en promedio sus buenos 1500 años. Ya esos números ejercían su poderosa influencia sobre los siguientes números.
Así también los último 40 dígitos señalan la fecha y lugar donde cada ser morirá. Y son por lo general el resultado de los números que les preceden.


En medio de ellos, existen   1729 números (como mínimo,  la cifra en muchos seres es mayor),.
Los números restantes en la cifra. Serán para muchos una ley inmutable, irreversible.El yugo invisible que algunos perciben. Y al hacerlo intentan romper. Algunas especies   son especialmente inquietas espiritual, temperamental y ya no digamos físicamente. Y sin embargo tales consideraciones se contemplan en el algoritmo.Por eso algunos creerán en la fatalidad de un determinismo incuestionable, inalterable.

Lo que hay en medio de esos 80 dígitos, los 1729 números restantes, son; “la ilusión del libre albedrío”.
No todas las especies creadas capaces de  ejercer su libre albedrío están conscientes de este extraño suceso así que las que si lo están, son  particularmente  proclives a intentar alterar su cifra.

Una de las más insidiosas formas para intentar alterar estas cifras provino extrañamente de la voluntad por no alterar en absoluto dicho algoritmo. La extraña idea sectaria de los “Estáticos” que en el transcurso de los últimos 19,883 años  se esta esparciendo de mundo en mundo.

 Podría resumirse como la paradójica  búsqueda  de los miembros de esta “secta cósmica”  quienes  al  intuir la existencia de la “gran ecuación”, nombre con el que suelen referirse al Algoritmo, han decidido acatarla ciegamente. Negándose a realizar cualquier acto, porque cualquier acto atentaría contra la “Voluntad Suprema”, expresada en la gran ecuación.

 La idea de los estáticos  es la abdicación voluntaria del libre albedrío, como la muestra más grande de amor al creador.  No son pocos los planetas donde se han cometido excesos al sostener estas extravagantes ideas. Ya una civilización en la constelación de Ganímedes murió de inanición al dejar de realizar cualquier acto.  Y en  un par de planetas más radicales se han auto exterminado a si mismos. En un último y definitivo acto de libre albedrío.



No saben que al intentar acatar la voluntad de la “Gran Ecuación” en realidad solo consiguen reducirla hasta límites intolerables.
 El  lugar donde todos los seres tuvieran vidas identicas,  “repitiéndose” una a otra.Contraviniendo el verdadero sentido de la creación.
Cifras repitiéndose unas a otras!

 Cada vida es singular pero aquellas vidas se tornarían  tan similares, q la repetición de sus existencias anularía la razón de su ser. Y lo que no comprenden aquellos “Estáticos”  es que el “PROGRAMADOR”  no desea el cumplimiento de su voluntad, si no la contemplación gozosa, de la interacción de todos aquellos seres únicos, actuando con una pizca de libre determinación.

En cualquier caso el destino de los estáticos también se ha determinado. Surgirán y desaparecerán en un lapso de solo 375,689 años. Influyendo solo sobre unos 3 trillones de seres de la creación.


Pero… ¿De quién es la particularísima cifra titilando en la mente de aquel demonio?

La de un sujeto por nacer en el planeta tierra, será un “buen tipo”, quizá por eso morirá crucificado, (O al menos eso promete su cifra).
 Y cometerá una extraña herejía. No por la que los hombres  le crucificarán, que al final es irrelevante en la lista de las herejias del cosmos.

Su verdadera herejía, será predicar q el universo es un lugar regido por una moral dividida entre el bien y el mal.  Donde los seres son juzgados por su apego a esa moral, (Teóricamente).

Su verdadera herejía , será predicar que el Creador opera en conjunción con esa moral.

 En realidad cuando se creo el algoritmo su finalidad era que cada ser con libre albedrío ejerciera un factor de complejidad sobre su ambiente y la suma acumulada de todos esos factores con el paso del tiempo  creara tales escenarios, que su complejidad fuera la máxima posible sobre dicho ambiente.

 La finalidad de “La gran Ecuación” intuida por los estáticos (que solo la intuyeron pero no la comprendieron) es crear COMPLEJIDAD Y BELLEZA.

Pero este demonio cree que si esta extraña herejía se expande con suficiente fuerza a lo largo del universo, quien sabe?!  Quizá todo se ponga más interesante.

El Demonio de Laplace