marquezina

Ultima entrada: SALA DE ESPERA (Ilustración) Fecha de publicacion 30/10/2011

24.8.11

III. LA CONDENA


III.LA CONDENA


Percibirlo. Palparlo. Incluso vibrar aquel descomunal número de piezas. Cada una de ellas  de un  tamaño indescriptible a la mente humana. Del grosor de un pensamiento no revelado.

Fragmentos bajo sus órdenes agrupándose en permutaciones casi infinitas. Formando átomos, estrellas, universos. ¿Qué pasaría el día que la eternidad agotara las mezclas posibles?  La idea le abrumó e intento conjurarla en la división de piezas más pequeñas. Y aún así no bastarían. Y trabajo hasta saberse capaz de crear más rompecabezas. (Ahora tiene once). Sabe que si bien el número de ubicaciones de todas las piezas  y la combinación de estas tiene fin. El tiempo las consumirá irremediablemente.

Resignado, comenzó a calcular cual sería la permutación perfecta. Y en esa nueva tarea dio con otra pequeña trampa que retrasara lo inevitable. Un día junto tantas piezas como pudo de un rompecabezas y las paso a otro  alterando el número que formaba cada  uno de ellos.

El tiempo tendrá que engullir variantes insospechadas no importa que también terminen.

Pero en este instante es feliz. Diez rompecabezas se han terminado y en el onceavo al colocar la ultima pieza. Por un instante  su nombre radiante aparece.

Después todo empieza a contraerse. Ya vendrá el Big-Bang que disperse las piezas.

II. EL CASTIGO


II. EL CASTIGO


¿Cuantas voces sería  capaz de percibir su mente en un mismo instante? Agolpándose una a otra, al punto de ser indistinguibles. Susurrando plegarias obtusas. Exaltadas de Miedo, amor, esperanza.

Incapaz de ubicarles, de reconocerles entre si. Le buscaban pidiendo ayuda. A él! Atrofiada toda capacidad de empatía, a fuerza de soledad.  ¿Como podría ayudarles?

Acaso la verdadera pregunta, en realidad era: Si pudiese hacerlo ¿Querría auxiliar a las voces?

Tal vez los sonidos en su mente no eran reales. Pero entonces…. ¿Porque le llamaban

por su nombre? (en realidad eran 99 nombres. Los había contado). Intuyo que los nombres eran falsos.  Quizá el  mismo había dado los nombres  a las voces para que no le perturbaran. Dedujo:" Ninguna de las voces me conoce  en realidad. Si supieran mi nombre real entonces y solo entonces me conocerían de verdad."

Sospecho incluso,  que si bien las voces podían existir a fuerza de no callar jamás. Quizá era él, alguien con 99 nombres quien debía ser  irreal. Vislumbró con temor esa extraña probabilidad donde la única ilusión sería él  y no las voces.

Se tranquilizó pensando, que a fuerza de ocultar su nombre, le había olvidado. Si realmente existía ese centésimo nombre inefable ¿Dónde le ocultó?  Al borde de la locura  recuerdos vagos  le anunciaban que había grabado su nombre verdadero en algún lugar accesible para el y si hubiera otros, para esos “otros” que supieran buscar.

I.EL REO


I.EL REO



        “Reo  singular.  Que en   cada  condena de la sentencia  recibe la vindicación de sus sueños y de si.

¿Qué vale ser abandonado o recluido, en medio de la nada, para un alma ajena a la otredad?

¿Qué es una hora, un  día, un año, cadena perpetua para quien contempla el tiempo como una madeja de tiempo? ¿Cuánto dura el castigo, del idiota incapaz de saberse un reo eterno?

Sentenciado a realizar la misma tarea en un ciclo perpetuo. ¿Qué fallo condena, al culpable a ejecutar con frenesí inagotable, la única tarea en la que es un genio?

Si como erróneamente  afirman algunas sectas el reo es culpable. Y   el castigo es penitencia. Quizá la soberbia, quizá la  envidia es lo que se fustiga.

Pero si es un inocente ¿quien esta en la celda?”



                                                                  “De Mystica Hermeticorum”.Roma,1519.p.86.

5.8.11

Bellas Artes

Tiernamente

TIERNAMENTE

  

¿Importan los nombres propios,  cuando la historia (de amor y separación) se ha repetido miles  de veces?

Le amaba, y en una de esas azarosas coincidencias del amor  ella le amaba a él. Y sin embargo ese tipo de amor esta condenado. Porque las grandes pasiones están destinadas a  consumirse pronto. Sin importar su pureza o quizá a causa de ella.

Solo varía el motivo.  Fué dinero y otra cosa. Él debía hacerse cargo del trabajo de su padre. Justo ahora en que el trabajo parecía multiplicarse. Y más manos debían estar listas para atender la demanda de aquel sórdido negocio.

Las mismas manos que ahora, a ella le empezaron a parecer repugnantes, el solo sentirlas sobre su cuerpo la estremecía. Pero ya no como antes, no de maneras que antes le daban gozo. Ahora le daban repulsión e incluso miedo. A veces creía oler en él, aquel fétido olor en  todo su cuerpo y cuando él le tocaba sentía su propio cuerpo impregnándose de la misma esencia.

La discusión no tardo. Él ofreció dejarlo todo, sabiendo que quizá no lo podría hacer y ella se rehúso. Con la certeza de que  él no lo haría.

Fue la última ocasión que hablaron. ¿Qué hicieron  con un sentimiento que lo abarcaba todo, o casi todo?

Con el paso del tiempo el se concentró en su trabajo, pronto el dinero no fue un problema, se imaginaba juntando suficiente para dedicarse a otra cosa y poder regresar con ella. No pocas veces tuvo ensoñaciones donde volvían a estar juntos, donde hacían las cosas que hacían antes, donde regresaban a los lugares que  fueron juntos.

Pero en aquel tipo de trabajo conoces a mucha gente, de todo tipo, la mayoría eran personas de su misma edad.
No pocas veces se sintió incomodó cuando en medio de su trabajo alguna mujer le parecía atractiva, cuando no podía evitar mirar sus senos asomándose entre la blusa. Se sentía incomodo al mirar a través de
 los pliegues de la faldas. Cuando eso sucedía, rápidamente cerraba sus ojos, los abría y se hacia a la idea de que debía concentrarse en su trabajo. A veces eso no le bastaba para vencer la tentación y cuando eso ocurría. Solo tenía que  recordarla. Recordarla a ella y su amor.


Alguna fuerza superior debió compadecerle, a el y su soledad. Y quiso el destino que  ella regresara.
¿Qué Dios misericordioso la había hecho volver?
Lloro  al verla  recostada con su pelo negro lustroso, y sus hermosas facciones. Lloro al mirar de nuevo aquellos labios sinuosos esperando ser besados. Y pronto los recuerdos  de esas veces donde debió contenerse al mirar a otras pensando en ella se esfumaron. Algo en él se transformó y sin rubor miró lo que muchas veces antes no quiso mirar en otras. La miró  no con la misma pasión de antes sino incluso más. Como un fuego avivado  con tiempo. Con el tiempo de algo o alguien que nos es negado y súbitamente entregado.

 Ahora no solo no aparto la vista de esos senos turgentes. Abrió la blusa y les libero estrechándolos con sus manos. Su otra mano ahora bajaba del pecho al vientre y más abajo hasta sus piernas. Deslizo su mano bajo la falda y se solazo al sentir aquellos muslos torneados, al sentir aquella piel finita, aterciopelada. Recorrió rincones añorados. Como quien entra a lugares prohibidos, olvidados.

 Gobernado por una pasión enardecida  literalmente la montó. Abrió su bragueta y la penetró así tiernamente como sabia que a ella le gustaba al principio. Le beso,  así tiernamente casi rozándola  en los labios como sabia que a ella le gustaba. 

Pronto la ternura se convirtió en un frenesí  y el cuerpo de ella vibraba con cada arremetida.

Si la felicidad ha sido hecha para los hombres, él fue feliz  como el que más. Porque la tenía ahí. No como la última vez donde riñeron, donde ella gritaba y lloraba. No como esa vez  donde ella le dijo que odiaba que la tocara con sus manos!

Ahora ella callaba como esas otras veces cuando en silencio solo gozaba, cuando se convertía en una Venus silente. Ansiosa de dar y recibir placer.

Pero esta vez era diferente, a él no le importo.
La cogió como nadie la había cogido y como nadie más lo haría.
 Solo anhelaba una cosa más. Deseaba como quien anhela un último detalle que convierta un sueño perfecto en realidad. Volver a mirar aquellos hermosos ojos. Con su mano separó sus parpados. Les miró y providencialmente vino un orgasmo casi infinito. Mientras el se reflejaba en las pupilas de ella.

La beso tiernamente, un último beso antes de preparar su cuerpo, y volverla a vestir  ahí en la fría plancha de la funeraria de su padre.

3.8.11

MODELO BET 70

Caida Libre

CAIDA LIBRE



Siempre cae. Irremediablemente. cada vez que aquel sueño repetitivo aparece.
El fuego empieza al estrellarse contra el suelo. Nunca temo por los que van a bordo,  nunca estoy adentro de el. Ni una sola vez he dejado de ser un espectador pero en todas las veces al menos un instante temí ser aplastado.    Sin falta, hay una colisión. Al menos un edificio termina colapsando al choque de las dos masas la móvil y la inerte. El avión y las construcciones.

Otras veces  soy  el pasajero de un coche desplomándose en la curva pronunciada de un puente. Y entonces, a diferencia del sueño del avión un  miedo se multiplica. Ahí en medio del sueño  percibo  el miedo del chofer, siento incluso la culpa agitándose en su interior y la rápida sensación de saber que su penitencia será breve.  Siento el miedo de los pasajeros, veo sus rostros gritando, bocas abiertas, ojos desaforados. Intuyo los rezos silenciosos, las  vidas repasadas en segundos. Incluso una vez de reojo en medio de la caída libre  ví en sueños  dos amantes tomándose de la mano por última vez.

Todos esos miedos  son el mío. Porque en el sueño yo soy todas esas personas.

 A fuerza de repetirse, mi mente ha imaginado como  sería mirar cada pedazo de esta ciudad al caer desde el interior de un coche.

Miro mi mano y siento la pulida superficie de la ventana.  

Nunca hay dolor, nunca hay un leve ruido del impacto inminente.

Ahora sabes porqué  cierro los ojos cuando paso por un puente mientras conduces.

21 SEGUNDOS

21 SEGUNDOS



   La plaza se iba cubriendo de escombros, que caían como piezas metálicas de un tetris siniestro. Y la música a todo volúmen  salia de altavoces que alguien olvido apagar.

Llegamos a las 9:35. Vi marcharse a todos mis compañeros. Entrando en aquel laberinto vertical.  Mientras se me asignaba quedarme al tanto de la radio. Al principio la radio no paraba de recibir la respuesta de otras unidades. Después solo  podía escuchar la voz de una  operadora en la estación central.

Tenía miedo como todos y me refugie en esa voz para saber que  no era un mal sueño mientras
miraba ocurrir lo imposible. Y por sobre la voz angustiosa en la radio y la  música. Aquel maldito sonido llegó a mi.
Un sólido   convertido en líquido, una masa desintegrándose. Habría deseado que fueran mas piezas de metal cayendo.

Y el ruido se repetía una, dos, tres, cuatro veces, un crujido infame que nunca había escuchado y con cada ruido me estremecí.
En que momento fuí consciente  de esa funesta melodía. De ese siniestro tempo de 21 segundos.
 21 segundos entre uno y otro estruendo. Imagine el sonido de amorfos demonios jugando con sus lenguas rugosas y ulceradas. Imagine incluso su saliva azufrosa chocando contra su paladar. Solo así  pude unir ese sonido a una imagen.

No lo resistí! Me aleje del vestíbulo y mire a la plaza donde nada se veía. Tuve que caminar un poco más.   Y entonces lo vi, lo intuí por la ropa, de otra forma no lo hubiese creído. Alce mi vista al cielo rogando y el destino burlón me hizo mirar el primer acto de aquella pesadilla siniestra que duraba 21 segundos.

Nunca volvi a mirar. Pero en mi mente aquel sonido lo fue todo. Ya no era dueño de mi.  
Hubiera preferido los demonios amorfos de mi imaginación. Porque esa pesadilla funesta me era tan personal, vivía desde hace mucho tiempo dentro de mi.  Una influencia nefasta me hipnotizó. Fuí al vestíbulo. Entre en aquel laberinto donde  ya solo funcionaba  una sola escalera y desfallecientes compañeros y otros, corrían en dirección opuesta a mi.

Llegue al piso 78 no pude subir más. En la oscuridad en medio del humo asfixiante solo buscaba la luz. Los grandes ventanales destruidos dejaban entrar un aire incluso más viciado y caliente que el del interior de aquel cuarto.  La vista se me nubló y angustiado temiendo no poder alcanzar ni la ventana, ni  mi propósito, tuve que correr para sujetarme de los marcos del enorme ventanal roto y en el último momento de cordura comprendí con una velocidad de pensamiento que nunca podre repetir. 


 El  porque cada mañana no resistía pararme en la orilla del metro en la estación Houston.
 Como la vista del cemento y las líneas guía parecían atraerme. Cada instante que demoraba en llegar el metro  el peso de mis pies parece más ligero, levantándose en mi mente contra mi voluntad. Y no temo la muerte, temo el éxtasis que me produciría caer.

Abro los ojos y ahora se que daré el paso que nunca dí en el subterráneo.  Se que seré el siguente en arrojarme al vacio.Se que seré el siguiente compás de 21 segundos.




Dedicado a la memoria de John Landridge, miembro del cuerpo de bomberos de Nueva York. Fallecido el 11 de Septiembre  2001.  Y visto por  última vez en el piso 76 de la torre norte.