CAIDA LIBRE
Siempre cae. Irremediablemente. cada vez que aquel sueño repetitivo aparece.
El fuego empieza al estrellarse contra el suelo. Nunca temo por los que van a bordo, nunca estoy adentro de el. Ni una sola vez he dejado de ser un espectador pero en todas las veces al menos un instante temí ser aplastado. Sin falta, hay una colisión. Al menos un edificio termina colapsando al choque de las dos masas la móvil y la inerte. El avión y las construcciones.
El fuego empieza al estrellarse contra el suelo. Nunca temo por los que van a bordo, nunca estoy adentro de el. Ni una sola vez he dejado de ser un espectador pero en todas las veces al menos un instante temí ser aplastado. Sin falta, hay una colisión. Al menos un edificio termina colapsando al choque de las dos masas la móvil y la inerte. El avión y las construcciones.
Otras veces soy el pasajero de un coche desplomándose en la curva pronunciada de un puente. Y entonces, a diferencia del sueño del avión un miedo se multiplica. Ahí en medio del sueño percibo el miedo del chofer, siento incluso la culpa agitándose en su interior y la rápida sensación de saber que su penitencia será breve. Siento el miedo de los pasajeros, veo sus rostros gritando, bocas abiertas, ojos desaforados. Intuyo los rezos silenciosos, las vidas repasadas en segundos. Incluso una vez de reojo en medio de la caída libre ví en sueños dos amantes tomándose de la mano por última vez.
Todos esos miedos son el mío. Porque en el sueño yo soy todas esas personas.
A fuerza de repetirse, mi mente ha imaginado como sería mirar cada pedazo de esta ciudad al caer desde el interior de un coche.
Miro mi mano y siento la pulida superficie de la ventana.
Nunca hay dolor, nunca hay un leve ruido del impacto inminente.
Ahora sabes porqué cierro los ojos cuando paso por un puente mientras conduces.
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