marquezina

Ultima entrada: SALA DE ESPERA (Ilustración) Fecha de publicacion 30/10/2011

5.8.11

Tiernamente

TIERNAMENTE

  

¿Importan los nombres propios,  cuando la historia (de amor y separación) se ha repetido miles  de veces?

Le amaba, y en una de esas azarosas coincidencias del amor  ella le amaba a él. Y sin embargo ese tipo de amor esta condenado. Porque las grandes pasiones están destinadas a  consumirse pronto. Sin importar su pureza o quizá a causa de ella.

Solo varía el motivo.  Fué dinero y otra cosa. Él debía hacerse cargo del trabajo de su padre. Justo ahora en que el trabajo parecía multiplicarse. Y más manos debían estar listas para atender la demanda de aquel sórdido negocio.

Las mismas manos que ahora, a ella le empezaron a parecer repugnantes, el solo sentirlas sobre su cuerpo la estremecía. Pero ya no como antes, no de maneras que antes le daban gozo. Ahora le daban repulsión e incluso miedo. A veces creía oler en él, aquel fétido olor en  todo su cuerpo y cuando él le tocaba sentía su propio cuerpo impregnándose de la misma esencia.

La discusión no tardo. Él ofreció dejarlo todo, sabiendo que quizá no lo podría hacer y ella se rehúso. Con la certeza de que  él no lo haría.

Fue la última ocasión que hablaron. ¿Qué hicieron  con un sentimiento que lo abarcaba todo, o casi todo?

Con el paso del tiempo el se concentró en su trabajo, pronto el dinero no fue un problema, se imaginaba juntando suficiente para dedicarse a otra cosa y poder regresar con ella. No pocas veces tuvo ensoñaciones donde volvían a estar juntos, donde hacían las cosas que hacían antes, donde regresaban a los lugares que  fueron juntos.

Pero en aquel tipo de trabajo conoces a mucha gente, de todo tipo, la mayoría eran personas de su misma edad.
No pocas veces se sintió incomodó cuando en medio de su trabajo alguna mujer le parecía atractiva, cuando no podía evitar mirar sus senos asomándose entre la blusa. Se sentía incomodo al mirar a través de
 los pliegues de la faldas. Cuando eso sucedía, rápidamente cerraba sus ojos, los abría y se hacia a la idea de que debía concentrarse en su trabajo. A veces eso no le bastaba para vencer la tentación y cuando eso ocurría. Solo tenía que  recordarla. Recordarla a ella y su amor.


Alguna fuerza superior debió compadecerle, a el y su soledad. Y quiso el destino que  ella regresara.
¿Qué Dios misericordioso la había hecho volver?
Lloro  al verla  recostada con su pelo negro lustroso, y sus hermosas facciones. Lloro al mirar de nuevo aquellos labios sinuosos esperando ser besados. Y pronto los recuerdos  de esas veces donde debió contenerse al mirar a otras pensando en ella se esfumaron. Algo en él se transformó y sin rubor miró lo que muchas veces antes no quiso mirar en otras. La miró  no con la misma pasión de antes sino incluso más. Como un fuego avivado  con tiempo. Con el tiempo de algo o alguien que nos es negado y súbitamente entregado.

 Ahora no solo no aparto la vista de esos senos turgentes. Abrió la blusa y les libero estrechándolos con sus manos. Su otra mano ahora bajaba del pecho al vientre y más abajo hasta sus piernas. Deslizo su mano bajo la falda y se solazo al sentir aquellos muslos torneados, al sentir aquella piel finita, aterciopelada. Recorrió rincones añorados. Como quien entra a lugares prohibidos, olvidados.

 Gobernado por una pasión enardecida  literalmente la montó. Abrió su bragueta y la penetró así tiernamente como sabia que a ella le gustaba al principio. Le beso,  así tiernamente casi rozándola  en los labios como sabia que a ella le gustaba. 

Pronto la ternura se convirtió en un frenesí  y el cuerpo de ella vibraba con cada arremetida.

Si la felicidad ha sido hecha para los hombres, él fue feliz  como el que más. Porque la tenía ahí. No como la última vez donde riñeron, donde ella gritaba y lloraba. No como esa vez  donde ella le dijo que odiaba que la tocara con sus manos!

Ahora ella callaba como esas otras veces cuando en silencio solo gozaba, cuando se convertía en una Venus silente. Ansiosa de dar y recibir placer.

Pero esta vez era diferente, a él no le importo.
La cogió como nadie la había cogido y como nadie más lo haría.
 Solo anhelaba una cosa más. Deseaba como quien anhela un último detalle que convierta un sueño perfecto en realidad. Volver a mirar aquellos hermosos ojos. Con su mano separó sus parpados. Les miró y providencialmente vino un orgasmo casi infinito. Mientras el se reflejaba en las pupilas de ella.

La beso tiernamente, un último beso antes de preparar su cuerpo, y volverla a vestir  ahí en la fría plancha de la funeraria de su padre.

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