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Ultima entrada: SALA DE ESPERA (Ilustración) Fecha de publicacion 30/10/2011

12.11.11

A SU IMAGEN Y SEMEJANZA


A SU IMAGEN Y SEMEJANZA



Debía curarle y quizá he sido yo, quien  le ha empujado a la locura.
Ahora Algernon H. Blackburne a sus 22 años es una estrella cuya brillante inteligencia  se ha apagado. Mientras su cuerpo languidece en el asilo mental.
He reunido estas  notas extraídas de su expediente para intentar comprender lo que ocurrió.




Sesión Psicológica No.1                                            Fecha: 22/04/2012

Paciente: Algernon H. Blackburne
Trastorno Referido: Ataques de Pánico.

Incidencia del trastorno en la población: 7 de cada 10 personas

Síntomas en el paciente:                   
La mayoría de los pacientes con Ataques de pánico presentan ciertos síntomas físicos que en el caso de Algernon, incluían: Mareos, sudoración, temblor y/o hormigueo en las manos, vista nublada, falta de aire y dolor en el pecho. Sin embargo en algunos casos pueden también presentarse síntomas  de naturaleza mental en el paciente. Son estos síntomas los que sin duda hacen tan especial a un ataque de pánico. El joven Blackburne refiere sufrir los siguientes:

  • Fortísima sensación de desrealización. Expresada en términos del paciente: “Es como si todo se nublara y sin embargo mi percepción de la realidad se agudizara.  Cuando ocurre, el miedo se intensifica por que se que  lo que viene es un terror que no puedo controlar.  Siento como si la vida fuera una especie de reloj que gira en sentido contrario  o se ha descompuesto. Y los otros y yo fuéramos solo un montaje o un engrane mal puesto de ese reloj. Y me aterra mirar a la gente,  incapaz de  percibir lo que yo veo”.
  • Despersonalización. Una vez que el paciente ha alcanzado el punto de desrealización refiere que presenta un proceso donde se contempla a si mismo como si fuera otra persona. Y percibe durante ese momento, intensamente la angustia que sufre. A pesar de estar referida como si fuera la angustia de otro.
  • Miedo a perder la razón y/o a morir súbitamente.


El joven Algernon ha sido británicamente puntual y viste pulcramente. Le encuentro animado, radiante  y ligeramente pagado de si mismo. Intento llevarle a un tema que le apasiona para comprenderle mejor, Le preguntó: ¿Qué siente al disputar el título? ¿Cuándo descubrió su pasión por el juego? Él responde y mira el futuro con optimismo, no le culpo, es joven y  esta a punto de convertirse en el mejor jugador del mundo. Sin importar que empezara tarde. De acuerdo a los estándares del mundo del ajedrez apenas a los 17 años. Cuando muchos de sus competidores han empezado ya desde los 6 años a mover las piezas. Y detrás de esa confianza existe una clara preocupación por sus recientes ataques de pánico justo ahora durante la disputa por el título mundial. Asegura estar cerca de algún límite, a partir del cual no volverá a tocar un tablero. Si no consigue ser campeón nunca más lo intentara.

 Desea matricularse en una universidad y continuar sus estudios quizá en la más extraña de las variantes de las matemáticas:
 La topología. Afirma tener extraños sueños donde la geometría convencional no existe y objetos de extraños materiales  se fusionan en  un todo sin perder su esencia. En sus sueños estos objetos parecen singularmente  unidos todos entre si por una materia que la Física apenas comprende. Y asegura vislumbrar continuaciones apenas exploradas para ciertas formulas matemáticas.
Es un chico brillante y muestra una amplia gama de intereses.

Sin embargo al observarle mientras habla, me preocupa notar cierta reticencia a establecer contacto visual. Parece retraerse y revolverse ansioso en el diván. Mientras tiende inconscientemente a ejecutar movimientos “extraños” con las manos de manera regular incluso cuando finjo no mirarle.
Muestra algo más que el recelo natural de quien acude por primera vez a un terapeuta. Y su desconfianza  se inclina más a saber cuan competente soy. Y si yo, a diferencia de mis colegas que le han tratado antes, podré revelar la naturaleza de su patología.

 Me ha querido probar. Citando el reciente libro de mi colega Longströöm y su anticuado enfoque sobre el trastorno  que sufre.  No sin modestia le he dicho que mi sistema es más efectivo y rápido.
Como si no me hubiera escuchado, ha seguido con la descripción de  su trastorno tal como aparece en el DSM-IV (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales) Incluso ha ido más lejos. Retándome a darle el número de una pagina del manual y a cambio me dirá el contenido de dicha página. O si gusto dice,  puedo darle el índice con que se clasifica en el manual,  cualquiera de los trastornos enlistados, y el me dirá la descripción del trastorno que coincida con el índice. Tal como aparece en el libro.
Incrédulo acepto  el reto en parte para probarle,  y en parte sorprendido. Tome de la repisa mi manual.  Dándole dos páginas al azar. ¡Ha sido capaz de decirme su contenido completo!  Probé de la otra forma dándole  varios  códigos  como el sugirió y entonces ha recitado  la descripción de dichos trastornos. Finalmente le he dado otro código. Quiero  probar una sospecha. Y cuando Algernoon escucho  el código F84.5 hizo una mueca parecida a la sonrisa. Después lentamente ha enunciado el nombre del trastorno, y los criterios diagnósticos  enlistados en el apartado 299.80

Le pregunte como se sentía al padecer aquel síndrome y él incapaz de describir lo que siente prefiere citar algunos de los síntomas que aparecen en el
Kindesalter Archiv für Psychiatrie und Nervenkran Kheiten.  Es más fácil para las personas como Algernon listar características que expresar emociones. No importa que sean las propias.
¿Cuáles serán las probabilidades de que un sujeto reúna en si mismo aquel  Síndrome y la genialidad que lo exacerbe? Remotas.




Sesión Psicológica No.2                                            Fecha: 24/04/2012

Puede que no le haya convencido, tampoco  tiene muchas opciones. Soy el único terapeuta que le ha asegurado ser capaz de curarle en unas pocas sesiones. Ahora después de la primera cita me preguntó si su singular personalidad guarda algún tipo de conexión con sus ataques de pánico.  Si los terapeutas que le trataron antes que yo fueron incapaces de establecer dicha conexión. Si  fueron omisos. Ó quizá esta conexión es inexistente.

 Intentare una regresión hipnótica sobre Algernon para detectar  el ó los detonantes de sus ataques de pánico.

 
Ha llegado tarde. Se muestra abstraído y nervioso. Ha perdido  por tercera ocasión consecutiva  una partida por el campeonato y ha sufrido otro ataque de pánico aún más violento al terminar el juego.

Mi teoría es que simplemente no ha resistido la presión. Nada extraño en un mundo competitivo como el ajedrez. Todos padecen esa presión hasta los campeones.
Y Algernon aunque brillante, como el  joven retador, no esta exento de sufrirla.
 Se ha dicho que el mejor jugador de la historia Bobby Fischer, campeón mundial  dejo de jugar ante el horror de perder la única cosa que siempre busco en la vida. Ser campeón. Terminó perdiendo el título sin competir. En su mente  siempre existió la compensación  de ser todavía el campeón reinante. Antes o después se ha vuelto loco.
Algernon es joven, y especial pero puede que su miedo no sea tan especial. Probablemente solo tiene terror a saber que no es tan especial, que no es el mejor.
Me preocupa más  que pueda dar vuelta en un lugar equivocado también, como Fischer.
No quiero contentarme con una teoría. Necesito asegurar la causa de su mal y tratarle.

Le pido que se concentre para inducir correctamente la hipnosis. El proceso es largo y extenuante. Algunas sesiones pueden durar tres horas o más.


(He suprimido del informe los previos para inducir la hipnosis en el paciente Algernon H. Blackburne.   Agregando  la descripción bajo hipnosis del primer ataque de pánico sufrido por él,  el día 20 de abril de 2012. Y la extraña narración no prevista y aún bajo hipnosis que el propio Blackburne dio durante esa misma sesión.)



Blackburne:

Es extraño ya no tolero mirar ningún espacio abierto ni estar en medio de multitudes. Una sensación de vacío aterrante me embriaga ante la simple contemplación de una plaza descubierta o de un breve campo que ante la vista parezca infinito. Mucho menos puedo ahora soportar mirar el mar. Y no  es que tema morir ahogado o cosa parecida. Lo que temo es su extensión. Que trae a mi, un extraña ensoñación, que no deseo evocar.

Y cuando inevitablemente debo frecuentar lugares atestados, o mirar extensiones de campo abierto vuelven a mi, vagos recuerdos inconexos. Que a veces son recurrentes en mis pesadillas.

-Pero entre todas las cosas que despiertan en mí un pánico siniestro son ciertos eventos muy comunes en el mundo del ajedrez. Infortunadamente  cuando las victorias se transformaron en títulos las invitaciones a participar en esos eventos aumentaron.  Ya a los 18 años como campeón del condado de Essex recibí mi primera invitación a una simultánea donde como campeón debía enfrentar en varios tableros de ajedrez a muchos jugadores a la vez. En aquella ocasión solo llegar al lugar lleno de gente mirándome y esperando enfrentarme. Se me revolvió el estomago, la vista se nublo,  me sentí mareado y las nauseas me hicieron vomitar. Entonces no pensé que fuera un ataque de pánico. Creí que simplemente enferme por alguna mala comida y un poco de nervios.  Pero en mi interior supe que rechazaría acudir de nuevo a un evento de esa naturaleza. Poco me ha  importado privarme  durante mi carrera  de algunos ingresos extra que suelen acompañar a tales eventos.

Pero cuando el pasado año firme el contrato para disputar el título por el campeonato del mundo. En alguna de esas pequeñas cláusulas me veía obligado a brindar en esta ciudad una partida de simultáneas. Previas al inicio de la competición como una especie de publicidad para el campeonato.
La mañana del 20 de abril el día de la exhibición de simultáneas apenas podía dejar de sudar y he debido cambiarme la camisa antes de salir de la limusina. Mientras mis dedos nerviosos temblaban y mis piernas sufrían de hormigueos intentaba vanamente tranquilizarme. Ya mientras caminaba por un pasillo de la universidad apenas podía contener mis ganas de correr y alejarme en dirección opuesta y si no lo hice fue porque a mi lado tenia a mi amigo y maestro el Sr. Lasker quien intentó tranquilizarme.

No puedo decir que fue. Quizá fuera el blanco mármol de aquel inmenso salón o las que entonces me parecieron interminables filas de sillas vacías. Y ahí al otro extremo del inmenso salón mi contrincante,  Radjabov el viejo ucraniano. Sonriendo burlonamente  mientras me mira fijamente con sus penetrantes ojos verdes y su cabeza abultada con esa extraña mancha en la frente que tan desagradable me resulta.

No se cuanto duro el ataque, mi percepción del tiempo se vio alterada  así que me pareció interminable. Mi vista se nublo y apenas veía los contornos de las sillas  una tras otra como sombras siniestras.
Nunca he tenido tanta certeza de estar en un lugar  ficticio. De ser parte de una fantasía inconclusa. Creí morir ¡No se porque, creí morir! Después perdí el conocimiento.


 
(En ese instante  vi tan alterado a  Blackburne, que intente primero tranquilizarle aún hipnotizado   y regresarle a la plena conciencia. Por alguna razón el joven Algernon Blackburne no fue capaz de salir de aquel trance. Y  comenzó  la siguiente narración.)



Lo primero que vi fue aquella extraña silla que al mirarle de lejos, su reluciente brillo me hizo pensar en alguna clase de metal pulido, pero conforme me acerque a ella, me pareció más bien de un fino mármol de color apagado, cenizo casi gris.  Incapaz de confiar en el más engañoso de los sentidos que es la  vista. Deslice mi mano sobre aquella superficie que me devuelve ahora la inconfundible sensación de un nudo de madera, ahora la suave superficie de una especie de la cerámica pulida. Y luego a fuerza de mirar y sentir. En un embotamiento de mis sentidos. Solo pude concluir, la certera respuesta de que aquella silla era a la vez  una y todas las sillas posibles.  Y me perturba saber que en aquel “lugar” la silla es el menos angustioso de los detalles.

Apenas escapo al espejismo de la silla, que pude arremolinarme en ella.
 Les percibí sin mirarles. No quería, verles. Miles, podrían ser cientos de miles.  Rodeándome. Si en tal lugar hay un “arriba” y un “abajo” un “este” y un “oeste”. Todos esos lugares estaban ocupados por otros como yo.
Seres silentes. De miradas absortas, dubitativas, de frentes perladas por el sudor. Aparecen de repente sonrisas nerviosas, ataques de ira, gestos resignados. Vi en esos rostros todas las expresiones posibles a un ser humano.
E intente adivinar la razón que animaba sus rostros. Erróneamente me creí en medio de algún sueño.  

Y ahí, en medio de mi enfebrecida visión. Les oí. Si es que tal cosa es posible. Les oí con la misma claridad como si hubiesen hablado al unísono. ¡Les oí sin verles mover los labios! Hablando un mismo idioma ajeno a la rima o la prosa. Más cerca de la matemática que a la semántica. Sin importar su tono de piel  Blancos, negros amarillos o  cafés. Ensimismados en aquel dialogo de maravillosas permutaciones. De planes siniestros, de contraataques. De sacrificios.
Y esa extraña lengua les llevaba al éxtasis. De la alegría a la tristeza. Y mire entonces sobre la mesa que se extendió frente a mi silla y apareció un hermoso tablero de ajedrez de un material que ni siquiera podría intentar describir. Deslumbrado por aquellas piezas casi con vida propia y por  encima de todas aquellas voces, una gran voz.

-¿Blancas o negras? –Escuche solo para mí.
No recuerdo el color que escogí,  ni el extraño gozo que el juego me producía

Quizá ganar es hacer tablas!?
El juego avanzó y me convertí en uno más. Y mientras el juego se complicaba
Mire hacia algún punto impreciso. Pudo ser arriba o abajo pero  lejos de otros como yo. Buscando inspiración Y entonces ¡Le mire! Por una fracción de segundo, vi el velo caer. Y supe en ese instante que mienten piadosamente  al afirmar que somos hechos a su imagen y semejanza. ¿Cuántos ojos caben en aquel brote obsceno? ¿Cuantos de sus ojos pueden mirarme a la vez?   Y aquellos escamosos tentáculos bamboleándose en “extraños” compases al  mover las piezas de todos esos tableros.

(Algernon se retorcía en el diván presa de un miedo atroz hasta que conseguí sacarle lentamente  de esa extraña regresión más allá de todo tiempo en la vida de Algernon.  Despertando  aparentemente tranquilo.)
Lo demás es lo mismo que le he dicho a la policía cuando me interrogó:
-Despertó  y se paro del diván. Le pedí que se sentara y descansara un rato después de aquella terrible regresión.  Pero me ha dicho que estaba bien.
Pidió un poco de café y al salir con mi secretaria por el. El joven Algernon tomo las tijeras sobre mi escritorio sacándose los ojos con ellas. ¡No pude pararle a tiempo!



Los padres de Algernon Blackburne han decidido acusarme por el deterioro en la salud de su hijo… no les culpo. Huiré y  borrare el expediente de Algernon. Temo que los medios han filtrado algunos detalles de la regresión hipnótica de Blackburne. Y aquellos  extraños hombres que me han rodeado en una oscura calle rumbo a mi casa.  Sin  recelo han jurado  pertenecer a una secta que creía disuelta. Me han pedido consultar toda el expediente de Algernon pues afirman que en el se esconden claves y ritos perdidos. Les digo que no cooperare. Hablan  entre si.  Creí por un momento ver con la luz de la luna los  ojos verdes y la mancha en la frente  del  viejo campeón  Radjabov. Mientras me susurra en ingles:



“¿De que le sirve a un hombre de prodigiosa memoria, arrancarse los ojos cuando su mente contempla  el único recuerdo que misericordiosamente le había sido vedado?”